Se detuvo el tiempo y ella se engalano de perlas, flores y purpurinas de colores. Destellaba como un cristal multicolor. Aprovechó su tiempo, breve, infinitamente breve, para llenarse de luz al albur del no discurrir, de la ausencia del tic tac incansable de la vida. Se perfumó de rosas, lavadas, jazmines, y recostó su cuerpo entre nenúfares que la envolvieron como crisálida a la espera de un nuevo tiempo.
Sin pretensión alguna... Una amiga me dijo que debía hacerlo, y si es amiga lo diría por algo.