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Mostrando entradas de octubre, 2015

EL DESTIERRO (VIII)

La voz de la oficial Lorelei interrumpió los recuerdos lúgubres sobre la fundación de los juicios Asamblearios. - La Asamblea insta a presentarse al ciudadano Mohamed Abdelkader, con DAC M0R170  MA, para atestiguar sobre el delito cometido por el Inculpado ciudadano Javier MC por sustracción de emolumentos a percibir por el ciudadano Mohamed, quien sostiene que ha trabajado treinta días y sólo se le han remunerado el equivalente a quince. Aunque es conocida por la asamblea asistente la dinámica de los juicios, primero hablará el denunciante, posteriormente el inculpado, y finalmente el Instructor dará su opinión objetiva sobre lo que cree que ha ocurrido en conciencia, quedando a disposición de la asamblea la resolución de inocencia o culpabilidad. Tiene la palabra el Ciudadano M0R170 Mohamed Abdelkader. Accediendo al escenario de juicios un joven espigado ataviado con una "jellaba"  color asamblea era animado por la concurrencia a denunciar al inculpado. - Ánimo Moha

HEMOS...?

- Saldemos cuentas -, y el silencio de un segundo volvió a resultar una eternidad. - ¿Cuántas veces tenemos que hacer esto para que llegues al convencimiento de que no nos debemos nada?. - Que sí. Tu te empeñas en decirme lo contrario, no sé con que fin... Pero si vas a casarte, no lo puedes hacer con una mano delante y otra detrás. Eres muy joven aún para comprender estas cosas. Ya serás Padre, y notarás como de dentro surge esa necesidad de que a tus hijos no les falte nada, tengan la edad que tengan. No se hable más y dime lo que te debo. Que yo recuerde, los cafés que nos hemos tomado los has pagado. Y los crucigramas, ¿quién los pagó ? ¿Voy a tener que hacer las cuentas yo?, en fin, ¿con un billete tendrás suficiente?. Toma y no me repliques que aún te puedo dar un capón por muy mayor que te creas. Del bolsillo sacó unas monedas y las depositó en las manos del nieto, con esmero, y luego apretó con fuerza. - Sujétalo bien, no lo pierdas. El dinero no es cosa de juego,

EL DESTIERRO (VII)

- Ciudadanos Asamblearios, es para mí un honor presidir en esta mañana, otra jornada victoriosa para nuestro pueblo libre -, así comenzó el Intendente su alocución ante sus incondicionales.  - La asamblea está de fiesta, la fiesta de la libertad. La libertad, que un día nos hizo libres de la explotación regida por la podredumbre política corrupta empeñada en el sometimiento del pueblo, su hambruna, y la alienación del individuo libre. Hoy una vez más nos reunimos para recordar que un día este pueblo se liberó de las cadenas opresoras, y vengó la traición a la que fue sometida. Estamos aquí para demostrar al resto de la humanidad, que nos odia y vitupera, que somos los ciudadanos con la mayor garantía de igualdad y equidad judicial sobre la faz de la tierra - Las hordas iban jaleando todas las frases, rompiendo en rugidos al oír " la mayor garantía de igualdad y equidad". Lamentablemente, nadie recordaría en ese momento las barbaridades cometidas cuando se instauraron por

EL GIN Y EL HAM (XII)

No habían pasado cuatro segundos, cuando procedente del personaje que estaba frente a mí se escuchaba un «Hola, soy Mariló, y este es el sushi mi negro» señalando al plato. Era evidente a dónde se iba a dirigir mi vista. La expresión  «La madre que os parió» me brotó del alma casi a la vez. Allí tenía delante, a David subido sobre una silla vestido con un chitón y una máscara perfecta con la imagen de Mariló y su melena, y en el plato, el  sushi,  una preciosa y abundante ración de Morcilla de arroz con su cebolla y piñones. Tardé un buen rato en parar de reír pues no sabía muy bien que me hacía más gracia, si la ocurrencia de estos dos, el pensar que le pudieran haber colado la broma a la moza en pleno programa, o que  detrás de todas partes empezara a salir gente gritando ¡Cámara oculta, inocente, inocente! y «zas» Muñecote a la espalda. Fui afortunado, a pesar de estar incluida en la trama, la cámara estaba sin batería por lo que me libre de aparecer colgado en las redes. Como

EL GIN Y EL HAM (XI)

La mesa quedó despejada de todo lo anterior. Platos, copas y cubiertos fueron sustituidos. La iluminación cambio, e incluso hasta la música. Se me escapó un ¡Coño, Rosendo!, que no sé muy bien que pintaba en ese momento, pero me pegó un subidón total. Ahí andaba yo cabeza para acá, cabeza para allá, cuando unas hábiles manos, heladas como siempre, me colocaron un pañuelo de seda sobre los ojos y encima otro más para asegurarse que no veía. Terminada la maniobra seguí con mi baile heavy cabeza para acá, cabeza para allá, eso sí, sin  levantarme de la silla pues el tortazo podía ser morrocotudo. - ¿Estáis preparados? Se oyó nítidamente, desde un lugar no muy próximo, pero tampoco procedía de la cocina. - Si, ya lo tengo. ¿Hace falta que le ate las manos a la silla, o solo con los ojos es suficiente? - No, tendrá que usar las manos pero dile que pare, que se parece a José Feliciano o Steve Wonder, para el caso da lo mismo. - Hala, venga, ya has oído a David, estate quie

REBUSCA

No rebusque más, ahí no está. Se marcho, pidió la cuenta, y sin abonarla, escapó. Quería su libertad, y la robo como un delincuente. Ni vinculo, ni lazo de sangre podía sujetarle. Quería su libertad, y se zafo de la opresión. No rebusques más, no la vas a ver. Es libre, ya no le cuentes lo mucho que la quieres. Quería su libertad, y se la cogió, como quien respira, por derecho. No rebusques más, aun cuando te lo mereces. Rebusca, y rebusca, vuélvete loco. Amárgate la vida como tú se la amargaste. Se marchó, Quería ser libre, y tras tus gritos y golpes lo logró. No rebusques más, lo has conseguido, en verdad te engaña, te engaña con otra, con su libertad.

EL DESTIERRO (VI)

La plaza de juicios tenía los tendidos a rebosar. Dispuesta de forma circular, las gradas recordaban al circo romano. El suelo de la plaza disponía de unos mosaicos con pasajes de la lucha por liberación, y de los juicios sumarísimos realizados contra las clases políticas corruptas, y que en los días de los festejos eran tapados con una mezcla de serrín y arena, con el fin de que no se dañasen, bueno concretamente, que no quedaran rebosantes en sangre. El espectáculo era Dantesco. Centenares de asamblearios unidos por peñas, sin números, las denominaciones iban desde "Los Calígulas", los FMLN, Avispas Negras, las " Trece Rosas", los "Canteros Asamblearios", y por supuesto, los "Bakunin", flamantes, uniformados con el color oficial, el gris mediocre, con sus largas melenas sucias, ensortijadas,  y barbas de igual aliño, cubriendo sus grises ropajes con abrigos grises raídos. Era la masa más numerosa, los que decidían un juicio con un simple ad

EL GIN Y EL HAM (X)

He de reconocer que me quede desinflado al ver que David volvió con tres cuencos generosos de ensalada. Pensé que los fuegos de artificio irían en aumento una vez que me había contado lo de su Tía y el bicarbonato, pero lo cierto es que no hubo ruidos, no hubo pirotecnia, nada. Así que al Ataque. Una ensalada de Wakame estupenda, mezclada con hojas de Mizuna (aunque para mí era rúcula), brotes,  zanahoria, tomates cherry, regado con un aliño de soja, azúcar, vinagre, jengibre, sésamo, aceite de oliva. Potente de sabor, pero refrescante al paladar. - Definitivamente tu Tía tenía que haber estado aquí, pero te empeñas en ocultarla para que no te la secuestre. - Eres un explotador, no voy a consentir que te la lleves y le saques todas las milenarias recetas familiares. Por cierto. Ya ha llegado la hora, así que te voy a pedir un favor. - ¡Aleluya! Me tenéis sobre ascuas toda la noche, pues en esto andáis los dos metidos. - Si, para que negarlo. He preparado una especie

EL GIN Y EL HAM (IX)

Aún erguido ante el ventanal comencé a notar  olores a especias, entre ellas una que se me desvaneció rápidamente,  y voces que se acercaban. - Menos mal me habéis evitado un paseo, me estaba quedando sin vino, esa botella está en los huesos, y como supongo que sigo sin poder acercarme a la cocina os ha tocado a uno de los dos, almas risueñas,  volver para traer a la hermana de ésta. Y tened en cuenta que la siguiente sea apropiada para el Sushi de la cena. Traed aquí esos encurtidos de zha cai, el pan frito con gambas y sesamo (acababa de reconocer el olor a especie desvanecida, el jengibre) y esos mini Bao-tzu que traéis en la mano y a por el vino, pero sin tardar mucho que tengo hambre. -¡Si mi coronel!,  respondieron como siameses. - Te pones muy chulito dando órdenes y te vas a salvar por tener la prohibición expresa de David de entrar en la cocina. ¡Me habéis abandonado, y lo peor, mi chica se va con otro! - Tienes toda la razón, dijo David. Le pedí a mi he

EL DESTIERRO (V)

Efectivamente, ahí, en frente suya, con los brazos extendidos como padre que espera a que su hijo de sus primeros pasos,  estaba Carlos  acompañado del oficial que tan amablemente le había atendido a su llegada. - Tigre, cuánto tiempo sin verte, estás igual, parece que fue ayer la última vez que nos vimos. Me ha dado una alegría enorme cuando me he enterado que estabas aquí. Treinta años son unos cuantos, pero no voy a ser yo quien le lleve la contraria, no por esto. El «Tigre» estaría casi igual, pero en su caso no se podía decir lo mismo. Se había puesto como un buda y la frente despejada había colonizado toda la superficie craneal, con excepción de algunos flecos tipo «Gollum» que le adornaban. - ¿Carlos? Bueno, perdón, a juzgar por el traje que llevas, tendré que darte un tratamiento como te mereces. Ciudadano Judicial Asambleario Carlos, me alegro de verle, ¿cómo se encuentra?, El tiempo no ha logrado hacerle mella, solo estragos. - Veo que sigues siendo un astifino de c

EL GIN Y EL HAM (VIII)

Mientras nos tomábamos el vino, incluidos rellenos, le fui contando todo lo contable al respecto añadiendo alguna que otra anécdota siempre bien adornada y un poco exagerada para darle un «puntito» más de jocosidad al asunto, que ya en sí,  resultaba hilarante por lo extravagante  de la «Carta Kinética».  El relato nos distrajo algo más de media hora y en principio, con mis hidratos de carbono de mediodía, el Gin de la tarde y los vinillos y aperitivos previos a la cena, estaba perfectamente por lo que podríamos haber seguido en tan magnífica disposición toda la noche, pero cuando David fue a rellenar la copa de nuestra bella acompañante, fuimos conscientes de la hora por medio de un  «Como no ingiera algo con más contundencia que esto, me da que vais a tener que llevar a Urgencias para que me saquen del coma etílico a base de vitamina B15». Efectivamente tenía razón pues,  aunque de orígenes variados, todos los presentes carecíamos de sangre cosaca o similar. Nos levantamos

EL GIN Y EL HAM (VII)

Las vistas desde los ventanales del salón em la planta novena de la Calle Eduardo Dato a plena luz de día, permite dibujar el perfil de Madrid de forma casi milimétrica, pero además te permite diferenciar por barrios, Chamberí, Salamanca, Retiro, Tetuán y Chamartín, etc. Al fondo emergentes las cuatro torres en la Ciudad  Deportiva del Real Madrid (la antigua), las de la Business Área (que a internacionales no hay quien no gane) y más al fondo, con el cielo todo despejado, el coloso de Somosierra. Con el atardecer, el panorama se empieza a transformar en un espectáculo de luces, es como tener todas las constelaciones al alcance de la mano, de todas partes eclosionan estrellas y caída la noche puedes ver todo el universo desde la privilegiada atalaya. Sabía que habían más cosas que me gustaban de David y la ubicación de su casa era otra de ellas, eso si no envidiada, pues no cambiaba mi enclave a los pies del Abantos por la vida en el centro de la Galaxia. Tras los saludos de

EL DESTIERRO (IV)

La plaza de los «Asamblearios» estaba casi de bote en bote, con un «murmullo-jaleo-fiesta sádico salvaje descomunal» viendo imágenes de juicios sumarísimos de años anteriores. Una barbarie popular sin sentido ni razón, pero que año tras año había ido en aumento fundamentalmente por el hambre y por el terror. La asamblea obsequiaba con barra libre de comida y bebida a todos los presentes, incluso era permisivo con el  avituallamiento para casa. Una vez dentro, eras monitorizado e identificado. Lo que hicieras en el juicio quedaba registrado para su revisión posterior por los comités disciplinarios. Si en un juicio apoyabas la opción contraria a la elección «Asamblearia» asistente, tenías que dar muchas explicaciones al respecto. Si un año  asistías, pero al siguiente no, las huestes de la asamblea se presentaban en tu domicilio para pedir las explicaciones oportunas salvo que hubieras justificado la falta de antemano. Ante tal cúmulo de circunstancias, los ciudadanos decidían que era