Mientras nos tomábamos el vino, incluidos
rellenos, le fui contando todo lo contable al respecto añadiendo alguna que
otra anécdota siempre bien adornada y un poco exagerada para darle un «puntito»
más de jocosidad al asunto, que ya en sí, resultaba hilarante por lo
extravagante de la «Carta Kinética».
El
relato nos distrajo algo más de media hora y en principio, con mis hidratos de
carbono de mediodía, el Gin de la tarde y los vinillos y aperitivos previos a
la cena, estaba perfectamente por lo que podríamos haber seguido en tan
magnífica disposición toda la noche, pero cuando David fue a rellenar la copa
de nuestra bella acompañante, fuimos conscientes de la hora por medio de un
«Como no ingiera algo con más contundencia que esto, me da que vais a
tener que llevar a Urgencias para que me saquen del coma etílico a base de
vitamina B15». Efectivamente tenía razón pues, aunque de orígenes
variados, todos los presentes carecíamos de sangre cosaca o similar.
Nos levantamos con el fin de ir a la
cocina para traer lo que fuera que
estuviera organizado, sin embargo mi cruz siempre me acompaña, «quédate, ya lo
tengo preparado, y tú tienes prohibido entrar en la cocina que luego me lo
criticas todo». Estaba claro que en una cena para tres alguien se queda
colgado, que normalmente suele ser el desparejado, y en esta ocasión me tocó a
mí. En fin, sin resentimientos.
Como las máscaras ya habían sido
observadas, pues a ver el Universo Galáctico que tenía alrededor, y aprovechando
los ventanales se me paso el rato como a
James Stewart en la ventana indiscreta, eso sí, sin cámara, ni pierna
rota, ni silla de ruedas, ni asesino, ni cadáver, bueno, no me parecía en nada
pero me acordé, me vino a la mente y esto del pensamiento es libre. El caso es
que desde mi atalaya podía ver a una
vecina en disposición hostil hacia un sillón del que sólo asomaban dos piernas,
unos niños en pijama saltado sobre sus camas, y luces en oficinas desiertas de
personal. Tengo que averiguar el porqué de tal derroche, esto no es la primera
vez que lo veo. Edificios de oficinas vacías y llenas de luz en despachos
inhabitados. ¿Será para impresionar a la competencia? Da igual, era sábado
noche y poco juego daban las ventanas colindantes. O esto mejoraba, o me
plantaba en la cocina a riesgo de ser nominado y expulsado.
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