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EL GIN Y EL HAM (VIII)


Mientras nos tomábamos el vino, incluidos rellenos, le fui contando todo lo contable al respecto añadiendo alguna que otra anécdota siempre bien adornada y un poco exagerada para darle un «puntito» más de jocosidad al asunto, que ya en sí,  resultaba hilarante por lo extravagante  de la «Carta Kinética».

 El relato nos distrajo algo más de media hora y en principio, con mis hidratos de carbono de mediodía, el Gin de la tarde y los vinillos y aperitivos previos a la cena, estaba perfectamente por lo que podríamos haber seguido en tan magnífica disposición toda la noche, pero cuando David fue a rellenar la copa de nuestra bella acompañante, fuimos conscientes de la hora por medio de un  «Como no ingiera algo con más contundencia que esto, me da que vais a tener que llevar a Urgencias para que me saquen del coma etílico a base de vitamina B15». Efectivamente tenía razón pues,  aunque de orígenes variados, todos los presentes carecíamos de sangre cosaca o similar.

Nos levantamos con el fin de ir a la cocina para traer  lo que fuera que estuviera organizado, sin embargo mi cruz siempre me acompaña, «quédate, ya lo tengo preparado, y tú tienes prohibido entrar en la cocina que luego me lo criticas todo». Estaba claro que en una cena para tres  alguien se queda colgado, que normalmente suele ser el desparejado, y en esta ocasión me tocó a mí. En fin, sin resentimientos.


Como las máscaras ya habían sido observadas, pues a ver el Universo Galáctico que tenía alrededor, y aprovechando los ventanales  se me paso el rato como a James Stewart en la ventana indiscreta, eso sí,  sin cámara, ni pierna rota, ni silla de ruedas, ni asesino, ni cadáver, bueno, no me parecía en nada pero me acordé, me vino a la mente y esto del pensamiento es libre. El caso es que desde mi atalaya  podía ver a una vecina en disposición hostil hacia un sillón del que sólo asomaban dos piernas, unos niños en pijama saltado sobre sus camas, y luces en oficinas desiertas de personal. Tengo que averiguar el porqué de tal derroche, esto no es la primera vez que lo veo. Edificios de oficinas vacías y llenas de luz en despachos inhabitados. ¿Será para impresionar a la competencia? Da igual, era sábado noche y poco juego daban las ventanas colindantes. O esto mejoraba, o me plantaba en la cocina a riesgo de ser nominado y expulsado.


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