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Mostrando entradas de mayo, 2016

CANDIDEZ

Te camuflan risas y rubores. El nácar brilla, el arrebol aniña. Candor pueril que mal escondes. Me persigues, ronda sibilina, buscas mi atención, huyes. Te encuentro,  rehúsas queda. Repito, y te arrullas un soplo. Baile que iteras sin cesar. Me robas a sorbos, hasta que soy tuyo todo.

LOS REFLEJOS

Vio como ella se aproximaba ante el espejo aún arropada por una toalla que se resistía a seguir prendida al terciopelo de aquella piel. Como siempre, quedó ensimismado viendo el lento deslizar de aquel lienzo, regodeándose en las curvas que dejaba entrever, imaginando el tacto y aspirando el aroma de lavanda. Un destello hizo que volviera de sus maquinaciones matutinas, una luz procedente del espejo. Al fijarse contempló atónito algo inaudito. Aquel cuerpo semi desnudo se reflejaba cubierto de miles de pequeñas luces. Miles de diminutos diamantes que brotaban de cada poro, y que convertían la figura en un cuerpo estelar, radiante, de una hermosura celestial. Del ensimismamiento, paso al embobamiento, del que salió tras un "¿hoy no te levantas?". Tardó en reaccionar, y al girar la cabeza para decir, "Buenos días, si, ya estoy casi en marcha", volvió a quedar desconcertado. Al natural, el cuerpo no brillaba. Giraba la cabeza del cuerpo al espejo, y de este al prim

JUAN ALBERTO MONTARDO

Don Juan Alberto Montardo regentaba un local minúsculo, pero lo suficientemente grande como para albergar todos y cada uno de aquellos "corotos" que había ido atesorando a lo largo de su vida. No tenía enfermedad alguna, y menos la de Diógenes.  No, Juan Alberto era el Monte de Piedad particular para sus paisanos, que recurrían a él cuando la mala fortuna apretaba y necesitaban plata para poder comer, o cualquier otra cosa que fuera fundamental. Juan Alberto no era un millonario de mansión, ni de criados, ni de fincas. Juan Alberto era un cosechero y faenaba de sol a sol como el resto, sin embargo carecía de cargas pues jamás se interesó por él muchacha alguna del pueblo, y como  él tampoco, sólo necesitaba una mínima parte de lo que ganaba para subsistir. Una buena mañana de primavera, cuando todo está fresco y verde y el viento trae aromas a nuevo desde los cafetales de las laderas del norte, se acercó su compadre Raimundo de Dios. - "Compadre, ando muy apura

POR PELOTAS.

No resultan bonitas este par de pelotas. Han sido retiradas,  nos quitan las bolas. ¿Será por inquisidoras? ¿por amenazar al transeúnte? Pues no, se retiran de la vista porque resultan machistas. Lleva una semana en liza la publicidad del open, y habrán pedido permiso para colocar estos botes. No nos vengan con barullos, déjen ya estos memismos, es desafortunado el eslogan, pero no por atributos. Reciclemos por conciencia, no por imposición manifiesta. Combatan el machismo, y déjense ya de culos, pelotas y tetas. Han retirado las bolas ¿por machistas?, no, por pelotas.