Vio como ella se aproximaba ante el espejo
aún arropada por una toalla que se resistía a seguir prendida al terciopelo de
aquella piel. Como siempre, quedó ensimismado viendo el lento deslizar de aquel
lienzo, regodeándose en las curvas que dejaba entrever, imaginando el tacto y
aspirando el aroma de lavanda. Un destello hizo que volviera de sus
maquinaciones matutinas, una luz procedente del espejo. Al fijarse contempló
atónito algo inaudito. Aquel cuerpo semi desnudo se reflejaba cubierto de miles
de pequeñas luces. Miles de diminutos diamantes que brotaban de cada poro, y
que convertían la figura en un cuerpo estelar, radiante, de una hermosura
celestial. Del ensimismamiento, paso al embobamiento, del que salió tras un
"¿hoy no te levantas?". Tardó en reaccionar, y al girar la cabeza
para decir, "Buenos días, si, ya estoy casi en marcha", volvió a
quedar desconcertado. Al natural, el cuerpo no brillaba. Giraba la cabeza del
cuerpo al espejo, y de este al primero, y pasaba del terciopelo a los
destellos, y nuevamente al terciopelo. Entonces preguntó, ¿por algún casual
estoy dormido aún? No hubo respuesta, simplemente una toalla húmeda que le daba
en la cara. Se puso en pie, se dirigió a la ducha pensando que el agua se
llevaría todas esas alucinaciones, y volvió a la habitación. Comprobó que
aquello no ocurría con su cuerpo, cosa que le tranquilizó un poco, sin embargo
seguía viendo en el espejo los brillos en las partes vistas de aquel cuerpo.
"¡Déjate de tonterías, desayuna y se te pasará, esto debe ser falta de azúcar!".
Dio lo mismo. Verter media docena de cucharadas de azúcar en su café, además de
convertirlo en algo intomable, sirvió para ganarse un "creo que te
va a saber poco dulce, ¿te pongo un par de ellas más? ¿Por dónde andas esta
mañana? Difícil contestación aquella, cómo se ponía a explicar que estaba
atravesando un momento alucinógeno nada más levantarse. Finalmente, se
despidieron y cada uno marchó para su trabajo.
Durante el día, estuvo comprobando en
todos los espejos que se encontraba a su paso el fenómeno, llegando a
la conclusión de que, lo que hubiera sido, había cesado pues no volvió a ver más
esos reflejos en ninguna otra persona. Llegó a casa con la sana intención de
contar la tontuna matutina. Sin embargo no pudo, según entró en casa el reflejo
de ella en el espejo volvió a ser refulgente. Ella sonreía, y le invitaba a
acercarse. Se rearmó, sonrió, cogió su mano, le dio un beso de bienvenida y se
sentaron en el sofá. Sobre la mesilla, dos copas de vino, y un test de prueba
de embarazo. "Positivo, ha dado positivo" Ya no hizo falta contar, ni
explicar nada, lo tenía claro.
Han pasado dos años y esta mañana al
levantarse han vuelto los destellos, la segunda vez. Hoy llegará él a casa con
las copas.
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