He de reconocer que me quede desinflado al
ver que David volvió con tres cuencos generosos de ensalada. Pensé que los
fuegos de artificio irían en aumento una vez que me había contado lo de su Tía
y el bicarbonato, pero lo cierto es que no hubo ruidos, no hubo pirotecnia,
nada. Así que al Ataque. Una ensalada de Wakame estupenda, mezclada con hojas
de Mizuna (aunque para mí era rúcula), brotes, zanahoria, tomates cherry,
regado con un aliño de soja, azúcar, vinagre, jengibre, sésamo, aceite de oliva.
Potente de sabor, pero refrescante al paladar.
- Definitivamente tu Tía tenía que haber
estado aquí, pero te empeñas en ocultarla para que no te la secuestre.
- Eres un explotador, no voy a consentir
que te la lleves y le saques todas las milenarias recetas familiares. Por
cierto. Ya ha llegado la hora, así que te voy a pedir un favor.
- ¡Aleluya! Me tenéis sobre ascuas toda la
noche, pues en esto andáis los dos metidos.
- Si, para que negarlo. He preparado una
especie de cata a ciegas, pero no estrictamente. Como tu olfato es igual al de
un sabueso y encima nada más ver las cosas ya sabes casi lo que tienen, pues
debes taparte los ojos hasta que yo traiga la comida servida que vendrán
tapada por una campaña para que ni huelas, y por descontado, ni veas.
Como comprenderás no puedo hacerlo solo, de ahí que me haya buscado un
asistente.
- Te has buscado «ayudanta» y el «cachondeito»
a mi costa... ¿Y si digo que no?
- Me extraña, tienes la misma curiosidad
que un gato, y si no has encontrado información al respecto, la de dos.
El brillo esmeralda que brotaba de los
ojos verdes denotaban un jocoso "venga, que te vas a reír como un
enano" y encima le acompañaba una sonrisa a la que yo no sabía decir no,
con lo cual sumiso encantado acepté la propuesta a sabiendas que aquello tenía
un noventa y nueve por ciento de tomadura de pelo, y el resto también.
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