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EL DESTIERRO (VI)


La plaza de juicios tenía los tendidos a rebosar. Dispuesta de forma circular, las gradas recordaban al circo romano. El suelo de la plaza disponía de unos mosaicos con pasajes de la lucha por liberación, y de los juicios sumarísimos realizados contra las clases políticas corruptas, y que en los días de los festejos eran tapados con una mezcla de serrín y arena, con el fin de que no se dañasen, bueno concretamente, que no quedaran rebosantes en sangre.
El espectáculo era Dantesco. Centenares de asamblearios unidos por peñas, sin números, las denominaciones iban desde "Los Calígulas", los FMLN, Avispas Negras, las " Trece Rosas", los "Canteros Asamblearios", y por supuesto, los "Bakunin", flamantes, uniformados con el color oficial, el gris mediocre, con sus largas melenas sucias, ensortijadas,  y barbas de igual aliño, cubriendo sus grises ropajes con abrigos grises raídos. Era la masa más numerosa, los que decidían un juicio con un simple ademán del legislador asambleario. Tenían el Arsenal oficial de cantos manufacturados en todo el ámbito territorial, y la venia para juzgar sin que hubiese veredicto, o indicios claros de culpabilidad. Montaban sus propios juicios paralelos, dentro o fuera de la plaza, gozaban de inmunidad. Todo aquel que se les enfrentase era carne pasada por la piedra, sin más. Les amparaba la ley.
«...podrán efectuarse juicios Asamblearios "in itinere", cuando se detecte que se está produciendo, o cuando se tenga conocimiento de la existencia de confabulación de delitos contra la asamblea, pudiendo juzgar al inculpado en el momento, e incluso ejecutar la sentencia, si existe entre los presentes un Intendente Judicial para verificar y salvaguardar la defensa de la Asamblea y el reo»
Evidentemente, todos los grupos Bakunin estaban dirigidos por Intendentes Judiciales. En cualquier momento, cualquier ciudadano podía ser ajusticiado por el mero hecho de cometer el error de encontrarse en la misma acera que los cachorros.
Las diez de la mañana. En los altavoces un estridente ruido anuncia el inicio de las sesiones Asamblearias del día. En las gradas un enfervorizado rugir, todos los asistentes menos los Bakunin que permanecían en silencio hasta que las hordas terminaran su algarada. Finalizada la explosión de júbilo, los Bakunin comenzaban a rezar sus soflamas "Para escapar de su miserable suerte, el pueblo tiene tres caminos, dos imaginarios y uno real. Los dos primeros son la taberna y la iglesia, y el tercero la revolución social. Llegó el día en que el Yunque se ha cansado, y ha pasado a ser Martillo. Seremos realmente libres cuando todos los que nos rodean, mujeres y hombres, sean realmente libres"
"Con el permiso de los Bakunin claro está" - pensaba mientras observaba a la tropa uniformada recitar al unísono el legado de su inspirador.
Finalizada la demostración de fuerza y poder, el resto de los asistente rompieron en aplausos y vítores pues al margen de la adhesión o admiración que pudieran sentir por ellos, las cámaras estaban muy presentes.
Por los altavoces se anuncia la presencia de Intendente Judicial.
- "Hace su entrada a la plaza Asamblearia el Intendente Judicial CGR, el Notable Ciudadano Carlos, acompañado de su ayudante la Oficiala Judicial Lorelei. Ambos intentarán clarificar al resto de los asistentes Asamblearios los motivos por los que los ciudadanos, que a continuación aparecerán, deben ser reprobados o reinsertados en nuestra intachable ciudadanía popular, libre de crímenes execrables desde que la lucha como pueblo se instauró frente a la inmundicia de la corrupción opresora. Que la sabiduría popular asista a los inocentes y sancione a los culpables"

«Vaya con Carlos, no me extraña que no se vea con Rosa, no le quita el ojo de encima a la retaguardia de la Oficiala Lorelei, y ¿a mí me llaman viejo verde?». Ni una sola palabra salió de su boca. Sabía que estaban enfocándole, así que sólo pudieron ver la sonrisa mueca que desde hace muchos años se había dibujado en su cara. Menudo documento gráfico tendría el Intendente si los lectores de labios le pasaban la grabación. Insulto a una ciudadana, insulto a un Intendente, y de ahí para arriba, espectáculo asegurado, un enterramiento litológico de primera.


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