Mudas despedidas. Adioses que quedan en la propia intimidad. Unos por lejanía, otros, aunque cercanos, porque quedan erráticos vagando en la nada de un consciente que ya no lo es. El abrazo explota en el interior del corazón pero se queda frío. No es arropado y se cobija en lágrimas mudas de despedida. Adioses huérfanos. Van dos. Los dos queridos. Guardo mis lágrimas en el rincón vivo de vuestro recuerdo, siempre intenso.
Sin pretensión alguna... Una amiga me dijo que debía hacerlo, y si es amiga lo diría por algo.