Mudas despedidas.
Adioses que quedan
en la propia intimidad.
Unos por lejanía,
otros,
aunque cercanos,
porque quedan erráticos
vagando en la nada
de un consciente
que ya no lo es.
El abrazo
explota en el interior del corazón
pero se queda frío.
No es arropado
y se cobija
en lágrimas mudas
de despedida.
Adioses huérfanos.
Van dos.
Los dos queridos.
Guardo mis lágrimas
en el rincón vivo
de vuestro recuerdo,
siempre intenso.
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