La recuerdo como un cervatillo desbocado, arriba, abajo, saltando, ahora
me agacho, finto, todos los movimientos en uno, sin calma ni reposo. De ayer o mucho mas, un segundo atrás, dos
antes o tres después, regresa, da la vuelta, un no parar, ¡coño, estate quieta!
¡Deja de revolotear, descansa, mañana
más! Ahora la busco, voy y vengo, arriba y abajo, me giro, me canso.
Me siento y reposo para volver a intentarlo. Me da rabia, mucha rabia, por qué
no estás. Sé que la vi, vino a verme, poco tiempo eso sí, pero vino. Su
presencia se ha ido distanciando en el tiempo y cada vez es más efímera, te
pierdo, te alejas. Cuando viene ya no me despido de ella, me da miedo que sea para siempre. Si hoy te encuentro te agarrare
fuerte de la mano. Yo me quedaré aquí en silencio hasta que llegues y lo llenes
todo de nuevo. Volvamos a ponerlo todo patas arriba, ayer, hoy, antes de ayer,
da igual, prefiero eso que por tu ausencia dejar de ser. Si la veis decirle que estoy aquí, se llama memoria, y
tiene todo lo que es de mí.
Allí se postró, entre ambas tumbas. Reinaba el silencio sordo del camposanto. El trémulo suspiro de difuntos. No corría la brisa, ni cantaba la paraulata en este amanecer. Contemplaba los nombres, en sus lapidas, de dos hombres cabales muertos por una cuita entre ellos , y dicen que por ella. Dos palos de hombres que se gallearon hasta morir, uno a manos del otro. Si alguien supo en realidad qué los llevó hasta ahí, lo desconocía, sólo sabia que por culpa de un baile y de aquellas muertes, ella andaba de boca en boca de todo aquel que paraba sus orejas a escuchar el cuento, y como no, para luego distorsionar la historia una "miajita" más. Alguno recitaba cual juglar la coplilla, en la esquina del Abasto, Barbería, o a la sombra de la fuente cuando iban las muchachas con sus cántaros a por agua. Nunca importo quien fue, nadie salió en su defensa. Su nombre fue arrastrado como en pelea de comadres . Quedó en ella el estigma del mapurite del que todos huyen
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