Acabábamos de llegar de un fin de semana
en tierras Sorianas, y para no variar había colmatado mi cupo de grasas
animales procedentes del cerdo para los próximos seis meses; ni siquiera los
inmejorables vinos de la Ribera pudieron contrarrestar el exabrupto, que de
culinario tenía poco, y que más bien se correspondía con una bacanal romana.
Afortunadamente estas cosas las hacíamos una vez al año, pero cuando asciendes
y desciendes andando desde Vinuesa hasta La Laguna Negra con todo el camino
nevado como estaba ese año por febrero, al llegar al primer bar habitado por
seres civilizados, les demuestras que eres Obelix en el comer, y aunque en la
figura no, al salir de allí ya llevas parte del camino andado para asemejarte a
tal figura "Hercúlea". Por suerte en casa tenía provisiones
suficientes de desengrasantes, de los que daría cuenta de forma cumplida en
cuanto el equipaje fuera distribuido en cada uno de sus correspondientes
compartimentos. Dos Gin Tonics, elaborados sin preámbulos ni sofisticaciones,
eso sí, con mucho hielo. Una relajada velada en la que no hacían falta músicas
ni imágenes ruidosas procedentes del plasma de 32", bastaba con recordar
la luminosidad, el crepitar característico de la nieve bajo los pies, y la
blancura rígida contrapuesta al fondo denso y oscuro de la laguna, que nunca
había contemplado con semejante manto invernal. En el móvil campaneaban
mensajes que iban esperar hasta mañana, pues ninguno de los dos estaba
dispuesto a perder la cómoda posición en la que se encontraban.
Tener preparado para tomar, mientras haces
el desayuno, un brebaje diurético de cebollas, apio, tomate, y pimiento, tras
los excesos del fin de semana era un poco heavy pero me recordaba a esos
protagonistas de pelis que se desayunaban con una pócima verde radiactiva tras
una noche de juega mortal, y salvo que el suyo era muy efectivo pues a la media
hora estaban perfectos y sin ojeras, el mío era mucho más natural que el
Blandiblup y a los tres días estaba como un reloj. Café, tostadas,
mermeladas varias, bizcocho, fruta, y aceite completan la carta, ¡ah! y un
chorreón de leche fría. ¿Por qué cuanto mejor te está sabiendo el
desayuno, el café se acaba y con el segundo no está tan exquisito? En fin,
misterios de la "prima colazione". Tocaba comprobar el teléfono.
¿Llamadas? cero, perfecto. Mensajes de trabajo, ninguno. Otros mensajes: mil,
distribuidos entre, pasadlo bien, cuidaros, y "a ver qué hacéis, que ya
estáis mayorcitos".
-¡Ah! sorpresa, ¡mensaje diferente
querida, esta etiqueta sólo la reconozco en una persona! ¡Invitación de David
para el finde próximo!
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