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Mostrando entradas de julio, 2015

EL GIN Y EL HAM (VI)

Las siete y media, fatal. Tiempo justo para llegar a la cita en casa de David siempre y cuando todo fuese como un reloj, esto es: Primero, que al ir a buscar los zapatos estuvieran limpios. Me podría valer, estado en el que sólo haya que pasarle una esponjilla. El resto es caso perdido, se van cinco minutos. Segundo, que acierte con el atuendo, pequeño estrés superado a base de meter la pata, aunque ya le iba cogiendo el tranquillo sobre todo si no quieres escuchar algo tal y como « ¿Es que no tienes otra cosa que ponerte?» Preguntas tipo, ¿aquella camisa que me regalo tu hermana, con estos pantalones, y esta chaqueta será muy informal? o ¿Con cuál irías? alzando dos perchas con sus respectivas camisas en una mano mientras que en la otra mostrabas orgulloso un par de jerséis, eran bastante efectivas una vez que habías comprobado el atuendo de tu acompañante. Tercero, que no oyeras aquello de «A mí, todavía me quedan por lo menos diez minutos, pero claro como al niño hay q

EL GIN Y EL HAM (V)

Tal y como estaba previsto salimos a correr. No hubo preguntas sobre la súbita levantada, cosa que agradecí muy mucho, pues no tenía ni pizca de ganas de explicar tan lamentable suceso, y mucho menos dar pie a cualquier sorna procedente del luctuoso despertar. Que te de flato al kilómetro de haber empezado no resulta nada confortable y si encima te sientes como el lobo después de haberse comido a los seis hermanitos del cabritillo chico, vas de culo, eso sí te da pie a ponerte verde durante un tiempo en la carrera con expresiones tal y como «ceporro, carpanta, tragaldabas, asalta ollas, cavernícola», todas ellas muy animantes del espíritu y de la autoestima, y que bien mirado no vienen mal pues te distraen del dolor y de la pesadez,  continúas con el trote «pin pan, pin pan» y consigues en algunos casos no parar e incluso llegar al objetivo del día, que en este caso eran  5 km, afortunadamente. Reconozco que en esta ocasión pudo más el pundonor de ver que en todo el trayecto

EL GIN Y EL HAM (IV)

Una mañana relajada de sábado. Los rigores del frío habían disminuido, lucía el sol, y tras los ventanales los rayos provocaban trasladar la estancia a la placidez que brindaba la terraza. Sin embargo, las resecas hojas del rosal delataban la traidora brisa sibilina. El láser helador que corta y cauteriza al unísono. "Una leche, cualquiera sale ahí con el frío que se adivina". En fin, a preparar el desayuno.  Mezclado con la preparación de un tomate rallado, café, tostadas, etc., venía a la cabeza el Oriental de Mariló. Las dos primeras veces provocaron una mueca como de risa acompañado de un «je je» mental y un ¿de dónde se habrá sacado esta el cocinero?; las siguientes diez provocaron un «hay que joderse, que tenga yo metido a esta «singing mornings» y su Oriental en la cabeza ya tiene delito».  Un ¡Buenos días! me arrancó esa funesta obsesión de la cabeza, al menos durante un rato. Eso, un rato, pero no demasiado. Debe ser que llevo un luminoso en la frente que deja en