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EL GIN Y EL HAM (VI)


Las siete y media, fatal. Tiempo justo para llegar a la cita en casa de David siempre y cuando todo fuese como un reloj, esto es:

Primero, que al ir a buscar los zapatos estuvieran limpios. Me podría valer, estado en el que sólo haya que pasarle una esponjilla. El resto es caso perdido, se van cinco minutos.

Segundo, que acierte con el atuendo, pequeño estrés superado a base de meter la pata, aunque ya le iba cogiendo el tranquillo sobre todo si no quieres escuchar algo tal y como « ¿Es que no tienes otra cosa que ponerte?» Preguntas tipo, ¿aquella camisa que me regalo tu hermana, con estos pantalones, y esta chaqueta será muy informal? o ¿Con cuál irías? alzando dos perchas con sus respectivas camisas en una mano mientras que en la otra mostrabas orgulloso un par de jerséis, eran bastante efectivas una vez que habías comprobado el atuendo de tu acompañante.

Tercero, que no oyeras aquello de «A mí, todavía me quedan por lo menos diez minutos, pero claro como al niño hay que vestirlo», a lo que no se debe nunca responder (la réplica te iba a costar un disgusto posterior) ya que por norma general el coche suele tener déficit de gasolina y tienes que parar con lo cual se pierden otros diez minutos más, pero que a ojos vistas son por lo menos quince o veinte, momento a partir del cual notas ciertos movimientos en el humor vítreo provocado por la inserción del dedo índice que casi llega a tocar el nervio óptico, y…

Cuarto, darte cuenta que la comitiva policial que te despeja la carretera, te pone todos lo semáforos en verde, y te dejan  hueco libre para aparcar delante de la puerta debe tener el día libre, y atascos, semáforos en rojo y el aparcamiento hasta la bola todo uno.

Por suerte esa tarde el coche tenía gasolina, la comitiva policial debió  pasar justo antes con el vecino, y la indumentaria elegida provocó un guiño esmeralda desatador de las más libidinosas pasiones, que evidentemente tendrían que esperar, o sería el quinto punto o motivo por el que se podría llegar tarde a la cita cuando vas con el tiempo pegado.


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