Las siete y media, fatal. Tiempo justo
para llegar a la cita en casa de David siempre y cuando todo fuese como un
reloj, esto es:
Primero, que al ir a buscar los zapatos
estuvieran limpios. Me podría valer, estado en el que sólo haya que pasarle una
esponjilla. El resto es caso perdido, se van cinco minutos.
Segundo, que acierte con el atuendo,
pequeño estrés superado a base de meter la pata, aunque ya le iba cogiendo el
tranquillo sobre todo si no quieres escuchar algo tal y como « ¿Es que no
tienes otra cosa que ponerte?» Preguntas tipo, ¿aquella camisa que me regalo tu
hermana, con estos pantalones, y esta chaqueta será muy informal? o ¿Con cuál
irías? alzando dos perchas con sus respectivas camisas en una mano mientras que
en la otra mostrabas orgulloso un par de jerséis, eran bastante efectivas una
vez que habías comprobado el atuendo de tu acompañante.
Tercero, que no oyeras aquello de «A mí,
todavía me quedan por lo menos diez minutos, pero claro como al niño hay que
vestirlo», a lo que no se debe nunca responder (la réplica te iba a costar un
disgusto posterior) ya que por norma general el coche suele tener déficit de
gasolina y tienes que parar con lo cual se pierden otros diez minutos más, pero
que a ojos vistas son por lo menos quince o veinte, momento a partir del cual
notas ciertos movimientos en el humor vítreo provocado por la inserción del
dedo índice que casi llega a tocar el nervio óptico, y…
Cuarto, darte cuenta que la comitiva
policial que te despeja la carretera, te pone todos lo semáforos en verde, y te
dejan hueco libre para aparcar delante de la puerta debe tener el día
libre, y atascos, semáforos en rojo y el aparcamiento hasta la bola todo uno.
Por suerte esa tarde el coche tenía
gasolina, la comitiva policial debió
pasar justo antes con el vecino, y la indumentaria elegida provocó un
guiño esmeralda desatador de las más libidinosas pasiones, que evidentemente
tendrían que esperar, o sería el quinto punto o motivo por el que se podría
llegar tarde a la cita cuando vas con el tiempo pegado.
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