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DIARIO DEL ESTUDIANTE DE SEPTIEMBRE. Octavo día.


Acabo de acordarme que había quedado con Carlos para estudiar. Le llamaré antes del desayuno para quedar en otro momento, como viene Lina, estaré más preparado y así le podré explicar mejor a Carlos sus dudas.

Son las diez en punto. Acaba de sonar el timbre. Voy a abrir antes que alguien empieza a soltar tonterías sobre la visita de Lina.

Diario, esto es grave. Esta mañana me he sentido el tío más ridículo del mundo. Cuando me estaba explicando Lina los limites he sacado un papel en sucio para hacer unos cálculos, y cual ha sido mi sorpresa, y la de ella, cuando ha quedado al descubierto otro papel que tenía un gran corazón dibujado con su nombre y el mío escrito debajo. He sentido como todo el calor interno de la tierra se me metía en el cuerpo y subía hasta la cabeza. He tenido que salir corriendo a refrescarme la cara de alguna manera. Cuando he regresado pensando que se habría ido, allí estaba tan sonriente, y sin perder ese gesto me ha dicho "este trocito de papel me lo quedo yo, me gusta, pero de eso ya hablaremos, ahora tocan limites" Durante las ocho horas siguientes, con parada para comer, me ha torturado como el sargento de hierro, venga duro que te dale, ejercicio tras ejercicio. Se me ha roto la muñeca de tanto escribir. Se ha despedido hasta mañana, me ha amenazado con otras ocho horas de Lengua y se ha reído. Pero lo mejor, se ha despedido con un beso, y me ha dejado sobre la mesa de estudio un corazón dibujado por ella.

He intentado ponerme a estudiar después de la cena, pero me ha sido imposible, sus ojos, sus sonrisa, y su olor a lavanda me tienen despistado, se me ha nublado la concentración. Creo que lo mejor es que me meta en la cama. Tanto ejercicio de matemáticas me ha alterado en exceso.



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