Hacía tiempo que los juicios se celebraban
en menos un mes. La eterna espera de entre tres o cinco años había desaparecido
por completo, ni llegaba a ectoplasma. Entre los jóvenes de la época era
parte de la historia aunque las soflamas gubernamentales la esgrimía esto como
unos de sus éxitos de siempre.
Levantarse cada mañana resultaba arduo y
penoso, pero la de hoy en concreto aún costaba más. Tocaba «Tribunal de acción
social y re-educativo». - ¿De dónde sacarán estos nombres? - Era su sexta
revisión, y se supone que la última, pero tenía referencias suficientes que una
vez dentro del círculo, los del tribunal daban una vuelta de tuerca sonsacando
algo para hacerte volver pasados seis meses y torturarte nuevamente con sus
preguntas. En fin, tocaba ponerse en pié.
Las duchas matinales constituían una
odisea. Menos mal que habían conseguido entre todos los vecinos funcionar como
un reloj, nadie se adelantaba ni se retrasaba. En su momento justo tenías que
abrir el grifo para darte una ducha de 2 minutos y así no fastidiar al resto.
Mujeres y hombres de cualquier edad tenían su horario prefijado. Era lo más
paritario que había visto en su vida, y la única manera de poder racionar el
cupo de agua por vivienda, persona y día. Aún recuerda los jaleos iniciales,
justo cuando se puso en marcha la Normativa Optimizadora de la Gestión del Agua
del Servicio Territorial Energético (NOGASTE). Pensó que aquello era de
cachondeo, pero no. Las tablas lo ponían muy claro, por persona se establecía
un consumo diario de 50 litros a repartir durante todo el día.
Una vivienda se prorrateaba por el número
de «convivientes» con un coeficiente de disminución de 15%, pues consideraba la
ley que determinados residuos personales podían acumularse en el inodoro con el
fin de economizar el consumo del agua. Así pues, los doscientos litros de una
vivienda para una unidad familiar de cuatro personas, se reducían a ciento
setenta. En números redondos ducha de dos minutos, por trece litros de agua,
son veintiséis. Dos litros de agua para beber, veintiocho. Para aguas mayores
una cisterna de cinco litros, treinta y tres. Preparar comida cinco, treinta y
ocho, y para otros usos menores el resto hasta cuarenta y tres, incluido el
descuento por ciudadano. Los cálculos del NOGASTE no incluían lavado de ropa,
bueno, en general, no incluía previsión alguna para la limpieza que no fuera la
corporal, lo que implicaba entresacar de los consumos diarios para poder poner
alguna lavadora, lo que iba en detrimento de alguna ducha, así que lo de
«sábado sabadete» se soslayaba un poco, pero como decía mi madre «que por un
día no pasa nada, que no tenéis rincones».
En total un cupo de agua por unidad de
cuatro ciudadanos de cinco mil cien litros por mes con un coste de diez Bakunin
por metro cúbico de agua. Cincuenta y un Bakunin de recibo de agua, y
teniendo en cuenta que la unidad monetaria nueva suponía 10 unidades de la
antigua, los cinco metros cúbicos de agua salían por un ojo de la cara, y eso
que no había restricciones y los embalses estaban todos al ochenta y cinco por
ciento de su capacidad. Lo más “estimulante”, las penalizaciones. Según la
normativa los excesos en el consumo se transformaban en un incremento del
cincuenta por cien en el recibo de la factura, y un recorte en el suministro de
agua mensual igual al exceso.
Como era normal, los embalses tenían un
nivel de protección tipo base militar, pues eran continuos, y cada vez mayores,
los intentos de conseguir agua para tener un acopio y llegar a fin de mes
sin ser sancionados por el consumo. Y lo que también estaba claro es que
«el estraperlo del que vigila» era cada vez más abusivo.
Se miró en el espejo, cogió su peine, y se
dispuso a modelar su ensortijada cabellera encanecida toda por igual, y que en
un tiempo fue el terror de un viejo conocido, Don Giovanni.
- ¿Bajamos a desayunar querido?
Sonrió, no hacía falta más que escuchar su
voz. Cualquier pena, disgusto, o cabreo, desaparecía cuando su voz le devolvía
los ojos verdes más dulces y tiernos que existían sobre la faz de la tierra.
- Anda, venga. Ya tendrás tiempo por el
camino para pensar en tu declaración ante el jurado, y hacer más cábalas sobre
cómo poder ahorrar en agua, luz, etc.
- Voy. Se me están resistiendo los rizos.
A lo mejor me voy como un angelito del renacimiento. Quizá tenga más éxito con
el jurado.
- No sé, pero agiliza que tienes un buen
tramo y ya sabes que los transportes públicos van abarrotados a esta hora, y no
debes hacer en pié los trayectos.
- No, ya lo sé, aunque apenas me duele ya
la rodilla. Eso sí, que sepas, que siempre hay alguna moza a la que caigo
simpático que me cede el sitio, a la que respondo que no muy agradecido, y
siempre mirando al chico que tiene al lado, que es al que le toca levantarse
refunfuñando.
- Un día vas a tener un disgusto con esas
cosas.
- Lo sé, la verdad es que si se ponen a
esgrimir sus derechos, acepto la amabilidad de la señorita, y luego la invito a
sentarse en mis rodillas, aunque siempre declinan la invitación. Una lástima.
- No cambiarás nunca, eres lo mismo que
Paco Martínez Soria.
- Así me quieres más. Además, ya te he
dicho muchas veces que no cambio unos ojos verdes por nada en la vida.
- Desayuna y calla.
Con una sonrisa iba devorando el pan con
aceite y café con leche, mientras examinaba el tiempo y el santoral para la
jornada.

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