Estaba de enhorabuena. El autobús tenía
plazas libres, algo raro dado la hora que era. Se apresuró a sentar pues los
conductores no solían tener mucha consideración con nadie, debían cumplir con
el horario al segundo, así que las arrancadas eran espectaculares y si uno no
quería acabar estampado contra la ventanilla del final del autocar debía
aligerar pues de nada servía estar en forma y ágil de reflejos.
Cómodamente en su asiento y con el
cinturón abrochado, se dispuso a repasar mentalmente las posibles preguntas del
jurado. No llegó a formularse la primera, era ridículo, por más que se había
preparado en otras ocasiones la comparecencia siempre salían por los cerros de
Úbeda. No, esta vez no iba a perder el tiempo, y dado que como nunca se sabe
quién se te va a sentar al lado y qué tipo de pensamiento tendría, decidió
repasar consigo mismo los viejos poemas que conocía de autores no muy de
la gracia del régimen, perdón, la “Asamblea Libre Constituyente Orgánica
Ñurda y Oclocrática”, garante de las libertades y del pensamiento libre.
Prisionero
sin horizonte
Oigo los ruidos de la calle
Y veo sólo un cielo hostil
Y el blanco muro de mi cárcel
Huye la tarde en mi prisión
Una dulce lámpara arde
Estamos solos en mi celda
Bella luz razón adorable
Oigo los ruidos de la calle
Y veo sólo un cielo hostil
Y el blanco muro de mi cárcel
Huye la tarde en mi prisión
Una dulce lámpara arde
Estamos solos en mi celda
Bella luz razón adorable
- Uf, podía haber empezado por otro y no
por este de Apollinaire. Iba a tener que espabilar, como se me ocurra
entrar así ante el Tribunal voy a tener que comparecer otros quince
años.
Prosiguió con sus versos, eso sí, esta vez
eligió algo inofensivo e inocuo, al tiempo que podía tararear.
Siempre
que llegas a casa
me
pillas en la cocina,
embadurnado
de harina
Con
las manos en la masa…
Se
le pasó parte del trayecto entretenido con estas cosas, y cuándo se vino a dar
cuenta estaba próximo a su destino, sin embargo el autobús no había crecido en
número de pasajeros, cosa rara, salvo en los días festivos. Sacó la carta de la
citación, y comprobó la fecha y la hora. Siempre había tenido una imaginación
desbordante, pero nunca llegó a inventarse una fecha, cita, y mucho menos una
comparecencia ante un tribunal. Efectivamente, no era un invento. Existía la
carta, iba dirigida a su nombre, y ponía claramente veinte de abril del dos mil
treinta y cinco, hora once cuarenta y siete.
Alzó
la vista, para terminar de comprobar la fecha. El luminoso interior sobre la
cabeza del conductor confirmaba la fecha, y en esos momentos eran las nueve y
cuarenta siete. «Mira que bien, me quedan dos horas para la cita». Todo está
correcto, pero qué se le estaba escapando. La única cosa que asociaba con esta
fecha era la canción de los Celtas Cortos, pero ninguna festividad, y tampoco
tenía a nadie próximo como para comprobar cuál era la causa de tan obvia
espantada. Decidió esperar a llegar y preguntar al conductor, aunque sabía que
iba a ser ignorado con un «desocupen el vehículo lo antes posible, tengo que
continuar con la ruta»
Efectivamente,
no varió ni una coma, y se quedó sin respuesta. Menos mal que como se iba a
tomar un café conseguiría tener algo más de información.
-
Buenos Días, ¿me pone un café con leche en vaso de caña y una porrita?
-Oiga
joven, respondió de detrás de la barra un estupenda morena sexagenaria, ex
profesora y periodista, que tras un Juicio re-educativo fue desprovista
de su plaza, e integrada al plan de rehabilitación educacional, asignándole
categoría laboral de servicio doméstico o público, acabando tras la barra de
una cafetería de estación. - ¿No recuerda que tiene que cuidar su colesterol, y
que por lo tanto yo no le pongo una porra?
-Merche
querida, tú ya sabes que a mí me ponen tus hermosas y largas piernas, pero en
cuestión de desayunos, me pones la porra con el café que vengo con la tensión
por los suelos, y supongo que no querrás ser responsable de verme tirado por
los suelo de la estación.
-Eres incorregible, ven aquí que te doy un
beso guapo. Y saliendo tras de la barra con plato de porra en mano, le
administró dos besos, y siguió hilando la conversación, pues para eso seguía
teniendo una capacidad que, por mucho que quisiera el tribunal en cambiarle su
categoría, era digna de admiración.
- ¿A dónde vas? No es una mañana ideal
para andar por ahí. Ayer anunciaron que hoy iban a hacer juicios ejemplares en
la plaza de los Asamblearios. A mí eso me suena fatal, pobres los que tengan
hoy juicios, me da muy mala espina. ¿Tú sabes lo que les puede llegar a
ocurrir?
- ¡Merche, para!

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