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EL DESTIERRO (III)


En ese momento comprendió las ausencias en el bus que le trajo hasta la ciudad. Para muchos los juicios ejemplares constituían una celebración semejante a un Coliseo lleno de dedos apuntando hacia abajo dando su veredicto antes de que salga el reo, y por lo tanto fiesta máxima que no debían perderse salvo que hubiesen motivos más que insalvables.
-Mercedes, escucha bien lo que te voy a decir. Tengo juicio, así que vas a llamar a casa y le dices a mi chica que me has visto, que ponga la tele y espere hasta que terminen. La tele está monitorizada, por lo tanto los del Tribunal sabrán que ella está viendo mi juicio. No tienen nada en su contra, pero si detectan cualquier desaire, puede que me condenen vaya a saber usted por qué causa, y no estoy dispuesto a darles ese gusto. Atiende al señor que acaba de entrar y llámala después. Ten en cuenta que las cámaras dicen mucho de nosotros, y si no lo dicen ellas luego hay quien se lo inventa. Ah, y dile que ya me he marchado, y no te quedes pesarosa, lo digo por las cámaras.
Desde la estación a la Plaza de los Asamblearios había quince minutos andando y aún le sobraba  más de una hora. Salvo las pocas personas que circundaban los alrededores, el resto estaba normal. Las Basuras, roedores tamaño mastín, árboles secos intercalados con otros frondosos, pasos de peatones desteñidos de los que sólo quedaba un fantasma, si, en general el mismo aspecto descuidado y sucio de siempre. Dónde quedó el brillo de la gran ciudad que en tiempos fue.
Se hizo una breve composición mental. Si al menos esto fueran los juegos del hambre, al llegar a la gran ciudad habría glamur. Personajes exóticos, extravagantes, andróginos, pero no, nada, siquiera gente toda uniformada  por igual. Sólo el aspecto raído, viejo, gris hollín, todos con cara de pesadumbre, ni una sonrisa. Ni la niña del abrigo rojo de la lista de Schindler cambiaría el color del paisaje. Hasta los carteles nuevos de la Asamblea Libre eran de la misma alegre gris penuria.

El trayecto se le demoró más de los quince minutos, y era lógico, sabía que le iban a utilizar de ejemplo en el juicio. Ya no era un personaje público, o popular, pero en tiempos apoyó una corriente de mordaz para denunciar los desmanes de la incipiente Asamblea. Nunca pudieron culparle de ser subversivo. Tan sólo una falta pudieron achacarle y lo convirtieron en un juicio sumarísimo oprobio contra las libertades asamblearias, pero es que  por más precauciones que se tienen, cuando uno es un bacín, mete la pata, y es que en público, una noche de juerga, con un grupo de «amigos» si te marcas un brindis por la Asamblea Libre Constituyente Orgánica Ñurda y Oclocrática,  pronuncias las  siglas, y lo  acompañas de un «ese de mierda», puedes estar seguro que te caen con el "asambleario" entero, capítulo a capítulo, hoja por hoja, párrafo a párrafo, puntos, comas y letras. Por suerte para él, y para desgracia de la rubia, profesional de lo chachi - guachi, asalta chepas en la Asamblea, y traiciona «amigos», el video grabado sólo alcanzó el momento histórico «ALCOÑO ESE DE MIERDA», y así pudo convencer a gran parte del jurado de que se trataba de una frase sacada de contexto. A cambio, obtuvo una condena social de cinco años, retractarse públicamente de las insinuaciones que se daba a entender en el video, la prohibición y cierre de la publicación de la revista, y su incorporación al libelo de la Asamblea, «El Orgullo Asambleario», como ejemplo de reeducación.  Lo mejor  la rubia, que por no saber grabar videos, le cayeron dos años en el CORSE (empleados al servicio de residuos orgánicos caseros, pero al revés) por su ineficiencia en el servicio a la asamblea. Sonrió para sí mismo,  «Roma no paga traidores».


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