A pesar de su innata incredulidad, el
trayecto a casa fue rápido. Coche oficial hasta la propia puerta. Una hora de
trayecto. Como pudo, salió, se incorporó, llegó hasta el portal, y subió en
ascensor hasta casa. Prefirió usar la llave antes que el timbre. Por suerte
para él, todos sus males se le pasaron al abrigo de su chica, la de los ojos
verdes.
Pudieron contar claramente 150 impactos
por los moratones que tenía marcados, fisuras de costillas varias, dos brechas
en la cabeza, varios huesos de las manos rotos, y el orgullo machacado. Pero
vivo, o casi vivo. Fue una suerte que su vecina la veterinaria estuviera en
casa. Colocó e inmovilizó los huesos, fisuras, y cosió las brechas con hilo
gordo pues no se estaba para finuras. Después, un chocolate caliente, lo de la
ducha podía esperar, y a la cama, sin pis, no sea que la orina revelara
que algo estaba roto por dentro.
Prefirió no moverse en cinco días. Por
suerte estaba jubilado y para sus escritos del libelo asambleario tenía unos
cuantos artículos que le permitiría estar unos días sin tener que escribir,
pero muy a su pesar debía proseguir con sus publicaciones pues, aunque ya no
pesaba castigo alguno sobre él, en la anterior revisión de su caso le
invitaron a firmar una colaboración desinteresada durante dos años más, y aún
le quedaban 18 meses.
Aún con su traje de dálmata, pero con
movilidad, decidió hablar con el Editor pues quería aprovechar para hacer un
viaje con su chica por toda la geografía y recuperarse del todo. Acordaron que
le enviaría material suficiente para suplir su ausencia, y con la conformidad
de su editor y libre de cualquier sospecha, se lanzaron a realizar ese viaje
que tantas veces habían imaginado y calculado. Desaparecieron por la frontera
deshaciendo el camino de Santiago, antes tan transitado, y ahora tan olvidado y
solitario. Quién les iba a decir que su mayor ilusión, la de hacer el camino en
dirección a Santiago, lo iban a hacer a la inversa, para encontrar al Santo en
otras tierras, no en esta de barbarie.
No volvió a contactar con sus conocidos
por el temor de implicarlos en su fuga, aunque seguro que fueron interrogados
convenientemente. De vez en cuando se acercaban a los aeropuertos con vuelos
procedentes de la muy honorable Asamblea para ver si conseguía algún libelo.
Una mañana de 20 de abril, cayó en sus manos uno de esos. En la portada
la agente Lorelei. Había sido proclamada prócer asamblearia, la máxima
autoridad, elegida por sufragio universal y directo de entre todos los miembros
del consejo supremo. Detallaron su dilatada carrera a pesar de su juventud, y
los logros conseguidos desde su primer caso hasta el último, pasando por
desenmascarar a un oficial judicial que engañó a la Asamblea durante años. Un
Oficial abyecto que perteneció al antiguo régimen corrupto, que negociaba con
dinero de dudosa procedencia de los antiguos partidos políticos y que permitió
la fuga de una pareja de desestabilizadores políticos amiga suya y gracias a la lucha por la libertad de la
agente y a un relato publicado en el Orgullo Asambleario, acabó sus días de
legislador en un juicio sumarísimo en la Plaza Asamblearia.
Desde su destierro, sonreía, y sentado en
la cafetería del aeropuerto, deleitándose de un café con croissant, escuchaba
como su chica le preguntaba - ¿Qué te causa esa sonrisa malévola?
- Esta noticia querida. No te lo vas a
creer y menos viniendo de mí, pero, en el ALCOÑO ese de mierda, por una vez y
sin que sirva de precedente, ha ocurrido algo bueno.
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