Uno tras otro iban cayendo, de forma irremediable, como en una cinta
transportadora en cuyo final sólo queda un vacío descomunal, el abismo. Todos
quedaban gachos. La oportunidad obtener una pequeña victoria, se desvanecía, se
volatilizaba, sólo quedaba el amargo sabor de haber fracasado una vez más. Era
imposible, cuanto más se preparaban, aquellos cinco últimos minutos de clase,
suponían una tortura para aquel reducido número de niños. No había un patrón de
preguntas, eran todas al azar, lengua, historia, matemáticas, física, etc., y
siempre lo mismo, cuanto más creías que sabías, siempre había alguna pregunta
que se te escapaba. Cinco minutos y un "Espero que para mañana estén un
poco más preparados que hoy. Ahí fuera se necesitan personas que sepan responder
correctamente cuando se les pregunte".
La mañana de mañana, se repitió durante muchos años, y aunque aquel
profesor ya no formaba parte del elenco de educadores de aquellos niños, ellos,
día tras día volvían a por aquellos cinco minutos. "Son ustedes muy
perseverantes, y eso es bueno, pero veo que siguen sin poder responder a todas
las preguntas, y así seguirán. No les auguro nada malo por ello, no. No todas
las respuestas están escritas jóvenes, pero no se desalienten. Cuando marchen
de aquí, tendrán que seguir haciendo lo que hasta ahora. Deberán continuar con
su aprendizaje, aún cuando las canas se apoderen de forma férrea de sus
cabezas, o la alopecia, y constatarán que lo que les digo es cierto.
Discúlpenme si hoy me he dilatado un poco más, pero quiero que esta charla
sirva de despedida. La mañana de mañana ya no podrá ser, debo retirarme, mi
labor aquí llega a su fin, ya soy demasiado mayor a juicio de los que más
saben, sin embargo ustedes tienen por delante toda una vida, aprovéchense de
ello. Ah, y una cosa más, espero que para mañana estén un poco más preparados
que hoy. Ahí fuera se necesitan personas que sepan responder correctamente
cuando se les pregunte"
La mañana de mañana llegó, y D. Francisco no estaba en su despacho, sin
embargo albergaban la esperanza de que alguien hubiera recapacitado y aquellos
cinco minutos ocurrieran como si nada hubiera pasado. Pero no, en su
puerta figuraba un nombre nuevo, D. Javier.
- "¿Qué les trae por aquí, no son ustedes alumnos míos?
- Un silencio sepulcral fue la respuesta que recibió por parte de aquel
grupo de chavales.
- No volveré a repetirlo, me da que nuestro viejo profesor D. Francisco
estaría muy apenado con lo que acaba de suceder. Espero que mañana estén un
poco más preparados que hoy. Aquí, y ahí fuera se necesitan personas que sepan
responder correctamente cuando se les pregunte. Buenos días.
A la mañana siguiente estaban como clavos frente la puerta de aquel
despacho. No sabían qué hacer, pero tras el cristal, observaron una sombra que
se acercaba.
- "¿Qué les trae por aquí, no son ustedes alumnos míos?
Esta vez hubo respuesta, y al unísono respondieron.
- La esperanza de encontrar a un viejo-nuevo amigo.
- Adelante, espero que estén preparados.
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