Ir al contenido principal

MARINERITOS ¿DÓNDE VAIS?


... me estoy haciendo viejo, y los recuerdos me traen gratas alegrías...

Erase que se eran las aventuras de dos marineros. Uno majete, buen mozo, alto, cachas y castañuelo. El otro, para que negarlo, ¿de lo anterior?, la mitad más o menos. Pero bien se resolvían, al unísono, a la par, cuando sobre la cubierta se lanzaban a la mar.

Fueron más de mil las aventuras.  La primera descomunal. Una semana el velero y contra un acantilado el pobre fue a parar. El buen mozo puso una "zodiak" entre el barco y el pedernal, el otro rezaba a la Virgen, a la del Carmen claro está, cuídamelo virgencita linda que se me va a emparedar. A partir de aquello, comenzó la instrucción, del buen mozo, el deportista, y del otro, músico de acordeón. "Esto no puede seguir así" afirmó el capitán mejor, "que a la próxima cantamos dónde está el velero, matarile rile ron"

Duras y arduas jornadas de aprendizaje, ¡Sí, Bwana! Mesana, Génova, Winche, Cabo, Estribor, Popa y Eslora. Sotavento, Barlovento, Boya, Babor y Proa al viento. Aprendieron los nudos, con dos era suficiente, y  a soltar amarras del puerto, aunque el problema siempre era  el muerto. A fregar cubierta y dejar cual patena. A liar bien los cabos para lanzar luego a tierra. ¡Apréndete el abecedario!, Alfa, Bravo, Charly, Delta, Eco, Foxtrot, y así hasta  Zulú, o sea, la Zeta, para luego usar a lo más, docena o docena y media. Tango Uniform Romeo Papa India Alfa Lima, o Sierra Oscar Sierra, por si la cosa está de pena.

Ya lo sabían todo, faltaba la mención de Honor, pero eso era de Máster, lo más difícil, lo peor. La técnica del Ancla. ¡No, Capitán, eso no! -"Aprenderéis a fondear mi barco en la Bahía peor. Sea  el fondo rocoso, o de limo arenoso, anclaréis el barco al fondo como os enseñe yo".  Por más que se esforzaron no había manera, ni Dios, que parase al botarate de  encallar en  Playa de Alcudia, Deiá, o Porto Colom. Pero eso no fue impedimento para surcar los mares, por lo menos uno, y si contamos el Caribe, a pares.

En la navegación, los mejores, no había parangón, su mayor ilusión era sacar el Tangón. Cuando el rumbo lo exigía, una buena ceñida, eso sí, con todo el velamen al viento en plan locos suicidas. Desde Banús a Mallorca, Córcega, Porto Cervo y Ostia, el mejor Capitán y por supuesto Tropa.  De uno a otro confín, siempre en el recuerdo el Bajo de Santa Eulalia y de Motril, el puerto. El uno por puñetero, siempre se ponía en medio, el otro por el atraque, "ese sitio es pequeño, ahí el barrigón no cabe".  Para colmo de males, matricula turista, casi siempre sin papeles, y  la Guardia Civil "lo sabe".

Erase que se eran las aventuras de dos marineros. Uno majete, buen mozo, alto, cachas y castañuelo. El otro, para que negarlo, de lo anterior, la mitad más o menos. Pero bien se resolvían, al unísono, a la par, cuando sobre la cubierta se lanzaban a la mar.



Comentarios

Entradas populares de este blog

PAULINA COLMENARES, ¡Va por ella!

Allí se postró, entre ambas tumbas. Reinaba el silencio sordo del camposanto. El trémulo suspiro de difuntos. No corría la brisa, ni cantaba la paraulata en este amanecer.  Contemplaba los nombres, en sus lapidas, de dos hombres cabales muertos por una cuita entre ellos , y dicen que por ella. Dos palos de hombres que se gallearon hasta morir,  uno a manos del otro.  Si alguien supo en realidad qué los llevó hasta ahí, lo desconocía, sólo sabia que por culpa de un baile y de aquellas muertes, ella andaba de boca en boca de todo aquel que paraba sus orejas a escuchar el cuento, y como no, para luego distorsionar la historia una "miajita" más. Alguno recitaba cual juglar la coplilla, en la esquina del Abasto, Barbería, o a la sombra de la fuente cuando iban las muchachas con sus cántaros a por agua.  Nunca importo quien fue,  nadie salió en su defensa. Su nombre fue arrastrado como en pelea de comadres . Quedó en ella el estigma del mapurite del que todos huyen

PEPE

Levantó la vista del periódico según oía que un taconeo, firme y perfectamente acompasado, se acercaba hacia donde se encontraba. Era uno de los bancos de espera de la estación de ferrocarriles. La salida de su tren aún se demoraría media hora y no era cuestión de pasar ese rato de pie, al fin y al cabo conocía la estación, y salvo las personas lo más atractivo del lugar consistía en leer, o inventarse historias sobre los transeúntes. No lo pudo evitar, aquella firmeza al andar, aquel taconeo, no sólo llamó su atención por cómo retumbaba en el vestíbulo. Ahora que era consciente de forma visual, según pasaba por delante de su vista, se ralentizo el tiempo. Un metro ochenta, ataviada con falda y traje de chaqueta, todo en negro. Medias con costura trazada con tira líneas perfectamente vertical. Sombrero negro de ala muy ancha, ala que apenas dejaba ver su cobrizo pelo recogido en un moño bajo, su rostro de tez pálida y sus labios de un carmín encendido. Aquel instante, casi detenido

ENTENEBRECER.

Luz que te encaminas tras la penumbra, que tras las rendijas imperceptibles nos vas invadiendo y  nos das el hálito de vida de cada amanecer, alumbra mis pasos, márcame con un filo hilo de oro una senda, un camino que me lleve hasta el Alba. Llévame allí, donde somos uno. Donde tu claridad no nos deja esconder tras el tul de la hipocresía. Convulsiona mi alma,  se inmisericorde. Desata todo lo inmundo que está agazapado. Esclarece rincones, que no queden rastros de sombras, tinieblas, dudas, temores. Deja clavadas teas en mi interior y que escupan fuego cuando se empiece a apoderar de mí la tiniebla de la falsedad. Y si entenebrece, arrasa con todo aquello que veas; y si quiera que por ello mi luz se extinga, llévame contigo para aprender a iluminar sendas y abrir caminos.