Vio como ella se aproximaba ante el espejo aún arropada por una toalla que se resistía a seguir prendida al terciopelo de aquella piel. Como siempre, quedó ensimismado viendo el lento deslizar de aquel lienzo, regodeándose en las curvas que dejaba entrever, imaginando el tacto y aspirando el aroma de lavanda. Un destello hizo que volviera de sus maquinaciones matutinas, una luz procedente del espejo. Al fijarse contempló atónito algo inaudito. Aquel cuerpo semi desnudo se reflejaba cubierto de miles de pequeñas luces. Miles de diminutos diamantes que brotaban de cada poro, y que convertían la figura en un cuerpo estelar, radiante, de una hermosura celestial. Del ensimismamiento, paso al embobamiento, del que salió tras un "¿hoy no te levantas?". Tardó en reaccionar, y al girar la cabeza para decir, "Buenos días, si, ya estoy casi en marcha", volvió a quedar desconcertado. Al natural, el cuerpo no brillaba. Giraba la cabeza del cuerpo al espejo, y de este al prim