Se había escapado de aquel tumultuoso acto
que le recordaba todos aquellos años que había vivido junto él. Con su traje
negro, de luto, deambuló, quizá fueron cinco minutos, quién sabe si fue una
hora, por sus calles de siempre hasta llegar a aquel Pub concurrido por sus
habituales, supuso. Media docena de personas que se giraron al notar su
presencia, pero a la que hicieron caso omiso, supuso, por el lúgubre
espectáculo que su figura desprendía al pasar. Acababa de enterrar quince años
de matrimonio, quince años retorcidos, vacíos, de penar. Quince años de
opresión, de golpes silentes, puñetazos verbales, Quince.
En la barra le
esperaba un Whisky doble, sin hielo. En el aire flotaba la voz de D. Antonio
Machín "Espérame en el cielo, cariñito adorado, que si Dios te ha llevado,
fiel te juro seré yo". Se asió firmemente al vaso, se giró a la
concurrencia, brindó, y se abrochó para el cuerpo el doble de una. Dejó el vaso
sobre la barra, y salió por la puerta en silencio, como había entrado. Tras la
puerta la canción martillaba una y otra vez. "Espérame en el cielo, espérame
sentado, que si Dios te ha llevado, al infierno me voy yo"
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