Notaba como el viento, acompañado del siseo, mecía sus
sienes plateadas. Era un morrocotudo día de invierno. Sobre sí, un cielo gris,
y a medida que fue avanzando la mañana se tornó más plomizo. Cuántas veces
había visto aquello. No intentó responderse, pues era inútil, siempre sostuvo
que no se tenía memoria climática, y salvo que quedara constancia escrita,
todos pecábamos de lo mismo, "Yo como este año no recuerdo nada
igual".
Se sentó en su trozo habitual del banco del parque. El
viento traía aromas de leña recién encendida que le evocaba su sillón junto a
la chimenea. Paradójico, allí sentado, recordaba una chimenea encendida, que
sólo se había encendido una vez, y por la emergencia de un corte de luz, que
provocado por un temporal de viento y nieves los tuvo casi un día sin
calefacción. Sólo de pensar en tener que limpiar luego todo, se le quitaban las
ganas de encender nada. "Maldita pereza"
La oscuridad, justo a la hora del Ángelus, era casi de
eclipse. Se incorporó, y respiró profundamente, intentando absorber todos los
aromas que traía el aire, pero comprobó que el viento había cesado. Floculaba
en el ambiente un silencio mudo. Entonces le vino a la memoria lo que muchas
veces había sentido, "el silencio de la nieve". Efectivamente, no había
duda, tras ese silencio, sólo quedaba la nieve, así que sin mediar más
pensamientos, se encaminó a casa.
Su bienvenida fue la habitual. Unos maravillosos ojos
verdes y una sonrisa que preguntaban tras la puerta. "¿Se va a caer el
cielo?” La respuesta fue inmediata, "Desde luego lo parece, aunque tengo
mis dudas si será el cielo, o todo lo que hay tras él", al tiempo que
cogía las llaves del trastero. Al cabo de un rato volvió con una caja
desempolvada, pero de color amarillo rancio debido a los años que llevaba aparcada
en el trastero.
"¿Sigue viva?", ambos conocían el contenido
de aquella caja. Una caja de "Briquetas" con una antigüedad de
dieciocho años, y con falta de dos unidades. Las dos únicas que fueron quemadas
durante el apagón de aquel año. Después de acarrear por Madrid con la caja,
tras recorrerse dos Corte Inglés, volvió a casa en autobús con la ilusión de
encender la chimenea. Y así fue, pero casualidades del destino, habiendo casi
prendido las "briquetas", volvió la luz, y con ella, la calefacción,
los baños de las criaturas, la cena, etc. Tanto follón para nada. Así que plegó
la caja, la guardó en el trastero, y bajó para esperar a que se extinguieran
las brasas y así poder recoger la ceniza.
Pero esta vez no.
Se acercó a la chimenea, comprobó que el tiro funcionaba, colocó en la
chimenea sus "Briquetas", y montó una pira de calor lo más
impresionante que jamás se hubiera observado. Cogió dos bandejas, sirvió la
comida, y frente al fuego, invitó a su chica a una comida romántica. Esta vez,
la compañía de la luz, no le iba a fastidiar sus planes.
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