Quedaban en su cuerpo restos de la juerga
nocturna, bastantes dicho sea de paso. Salió al patio de la casa para respirar
el frío e intenso aire de la madrugada, y aunque se estaba tomando un café, el
primero después de acostarse un rato tras haber pasado la nocturna
honrando a Baco, un regurgitar de taninos, le descompuso tanto el cuerpo
que lo más lejos que le dio tiempo a llegar fue al primer macetero. Luis, su
compañero de juerga y dueño de la casa, ayudándole a incorporarse, dijo -"Menos
mal que estamos en invierno y mi madre ha sacado todos los bulbos de las
macetas para que no se hielen. Te ibas a enterar tu de lo que es arruinar una
planta de mi madre". Una palmada en el hombro de Luis, un "no
te preocupes por mí, que ya estoy mejor", y "dame una cerveza y un
bocata de jamón", fueron las tres únicas cosas que hizo durante la
siguiente media hora, que se la pasó sentado intentando coger algo de fuerzas.
La mañana estaba programada, batida de
caza y almuerzo en el soto, lugar donde eran esperados con las viandas
pertinentes para reponer fuerzas. Aunque no era cazador, ni le hacía falta
aficionarse a ello, decidía acompañar a su amigo, por los almuerzos, y las
juergas nocturnas que se corrían en el pueblo de bodega en bodega en casa
de los paisanos, cada vez que llegaban los señoritos de la capital. Este año,
como no podía ser de otra forma, repitieron, y el recibimiento por parte de los
locales fue inmejorable, tanto, que las secuelas aun le duraban en el cuerpo,
aunque tras el bocata y la cerveza, parecía que la cosa iba por mejores sendas.
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