El "Beile"
Hace tiempo que ya no es ojeador, pero conoce
por referencias, que aunque siguen cazando, ya no se organizan aquellas batidas
tan ecológicas. Ya no hay "beile" en la plaza, y el conjunto ya no es
tal. Sólo se cuentan las correrías en el bar, y alguno que otro se remonta a
las hazañas de setas y la churrera de Adelina, como si de historias de abuelos
se trataran.
De vuelta, ya en el baile, un codazo de
advertencia por parte de su amigo Luis. "Ojo con quién te lías. Recuerda
que estos son muy burros, por descontado, alma cándida, recuerda que no existen
los gamusinos, y no te ofrezcas voluntario para nada que te propongan"
Aquello sólo se lo podía permitir a Luis, pues era cierto. La última vez que
estuvieron, tuvo que ir a recogerlo a cuarenta kilómetros pues se les había
ocurrido prepararse a las cinco de la mañana una tortilla con setas especiales,
"las Madrugadus nacientis", que sólo se pueden coger antes del alba,
y como no, el voluntario fue pasto de la broma de los lugareños al ser
abandonado tras una magnífica representación de la técnica de corte del pie de
la efímera seta, en medio de la nada.
"Tranquilo, ya me he dado cuenta que
están urdiendo algo como el año pasado, pero esta vez intentaré no ser tan
incauto" dijo en voz alta, más para auto convencerse de no volver a ser el
"pringao" de turno, que para tranquilizar a su amigo.
El conjunto local estaba formado por los
habituales, y su repertorio se movía entre pasodobles y las consabidas
canciones populares del verano, con modificaciones de letra haciendo
referencia a alguien del pueblo o forastero a quien la fortuna le había regalado
con alguna trastada de los lugareños. Así fue como descubrió que “Eva María se fue buscando el sol en la playa”,
se había transformado en "Hay quién se fue, hay quién se fue, hay quién se
fue por la seta, y hoy vuelve a caer", teniendo que saludar al respetable
desde el centro de la plaza entre vítores de los asistentes. Fue muy consciente
que auto convencerse no era suficiente. Lo mejor era intentar huir y encerrarse
en casa hasta la mañana siguiente, desayunar y escapar a Madrid lo antes
posible. Fue en vano. Las mozas, y las no tanto, lo rodearon y se lo fueron
turnando de una a otra, entre pasodobles, charangas, y por supuesto cubatas.
Por suerte, gracias al ejercicio prolongado, no llegó a nublar sus sentidos a
los extremos del año anterior, y a pesar de todo se encontraba en bastante buen
estado.
Próximos al alba, tuvo la feliz ocurrencia
de decir en el grupo donde se encontraba, -¿No tenéis hambre? Me comería un
bocata de Jamón.- Justo después de abrir la boca, le recorrió un escalofrío por
el cuerpo. Se dijo para sí, me da que acabas de ponerles en bandeja la gansada
del año. Sin embargo, no pasó nada al respecto, un "tienes razón, a ver si
queda algo en el quiosco, que a mí también me aprieta" y unos bocatas de
chorizo como alternativa, fueron el resultado.
Hacía rato que había dejado de ver a Luis,
y al preguntar por él, le dijeron - "Se acababa de ir con Rufo a por la
Churrera de Adelina, pues han decidido preparar el desayuno antes de irse a
dormir. Iban a pasar por casa de Rufo antes, así que le puedes alcanzar".
Se encaminó a casa de Rufo, y efectivamente, saliendo por la puerta, los
encontró.
- Al final, hoy se comen churros. Ya me
podías haber avisado, que me acabo de apretar un bocata de chorizo.
- No te preocupes, de aquí a que estén
hechos, te vuelve a dar hambre.
La churrera de Adelina era una antigualla
pero, como había sido La Churrera del pueblo de toda la vida y como ha su
muerte nadie se hizo con su puesto, entre todos decidieron guardar y mantener
la tradición de los churros con la máquina de Adelina, y así honrar su memoria.
El artefacto en cuestión, estaba formada por tres piezas, que se encontraban en
tres sendas cajas de madera, a modo de estuches, como si se trataran de las
antiguas piezas de artillería. Rufo las sacó de debajo del mostrador. Al
depositarlas sobre el mismo y mirando a Luis, le dijo - "Ya se te podía
haber ocurrido comer otra cosa majete, con lo que pesan las jodías. Menos mal
que al final este se ha apuntado a venir. Para colmo, tenemos que llevar la
harina. Anda Luis acompáñame a por los sacos"
La curiosidad mató al gato, sin embargo,
en esta ocasión, bendita sea la curiosidad. Se aproximó a las cajas y las
templó una a una par ver lo que pesaban. "Uf, vaya con las cajas, menos
mal que he comido algo antes de venir". Tras un breve instante,
aparecieron Luis y Rufo con tres sacos de Harina, de 15 kg cada uno.
"Bueno, cómo nos lo repartimos", dijo Rufo. Él se adelanto a la
respuesta de sus compañeros.
- Os veo muy organizados cargando los
sacos, así que yo agarro dos cajas de estas, una en cada mano para ir
compensado, y la que queda para el que sólo lleve un saco de harina, por
ejemplo, ¿Luis?
- Mira que esas cajas pesan más que los
sacos de harina.
- No os preocupéis. La harina mancha, y
vosotros ya os habéis tuneado la indumentaria. No se hable más.
Y agarrando sus dos cajas, enfiló la
puerta para recorrer los quinientos metros que los separaban de la plaza donde,
a modo de Patio de butacas de un Gran Teatro, estaban todos los que
habían ido al "beile" esperando a que llegaran los tres voluntarios
de la Churrera. Fue el primero en llegar, depositando con sumo cuidado las
cajas ante el aforo. Poco tardaron en llegar sus perseguidores con toda la
harina y la caja restante que había dejado sobre el mostrador.
La plaza llena explotó de júbilo, al
tiempo que cantaban "os ha pillado, os ha pillado, el novato os ha
pillado". La cara de ambos era un poema. La churrera de Adelina, eran los
gamusinos del día. Por fortuna la providencia se había aliado con él y en esta
ocasión, la brillante idea de comprobar el peso de las cajas, hizo que viera
por donde le iban a salir este año. Las cajas eran livianas, eso sí con
una decoración rustica y de aspecto tosco que simulaban a la perfección lo que
se pretendía.
Se había librado de ser la comidilla del
pueblo durante el año, y del estribillo del "beile" Por descontado
hubo churros, pero en el Bar de Manolo, donde se estaba mucho más agradable que
la gélida plaza del pueblo.
Al día siguiente, bueno, después de
comer, fueron despedidos por algunos de los presentes en la noche anterior, y
antes de su marcha, fue obsequiado con una de las cajas reliquias de la
Adelina. De vuelta en el coche, se masticaba cierto humor a perros. Pocas palabras
masculló Luis, pero las inteligibles fueron "ya te puedes olvidar de tener
en exposición esa caja, y mucho menos contar la historia"
- Tranquilo, por Madrid no entenderían
estas cosas tan rurales. Yo no me preocuparía por eso, prepárate para el baile
la próxima vez que aparezcas en el pueblo, que tú y el Rufo vais a ir bien
despachados. Además, no sé de qué te quejas, si fuiste tú quien me dijo que no
me fiara de nadie en el pueblo, tu pueblo.
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