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Mostrando entradas de marzo, 2017

LA ZONA DE CONFORT

Tras muchos años de constante lucha con sus neuras internas, había conseguido estabilizarse. Ya no sentía pánico cuando que alguien se le acercaba a darle los buenos días. Podía subir y bajar en un ascensor sin el terror a quedarse atrapado sólo, en el mejor de los casos, o con varias personas que en su nerviosismo exhalaban una falsa calma y seguridad en sí mismos. Podía atravesar los pasos de cebra sin pensar que en ese mismo instante sería arrollado por un camión. Que sumergirse en una bañera no implicaba hacerlo a oscuras bajando los automáticos del cuadro eléctrico por el temor de quedar electrocutado, o rodeado de velas, no eso tampoco era factible. Conducir, resultaba difícil, pero se lo podía permitir. Ahora, no todas las curvas daban a un precipicio, los frenos funcionaban y no era él el que atropellaba al viandante empotrándolo contra su parabrisas, no. Había superado sus fobias a todo aquello que le rodeaba, pues todo era susceptible de provocarle daño, o lo que era peor,

GUALBERTO RAMIREZ

Gualberto Ramírez era un tipo excepcional, eso sí, enjuto, un suspiro en toda regla. A simple vista se podían contar perfectamente la mayor parte de los huesos de su esqueleto. Acompañaba su famélica figura con unos andares especiales, o como diría mi madre, "Andares de Chancho. Parecía que a cada paso, las cabezas del fémur se le fueran a desencajar a la par que las rodillas. Su tez era negra como el carbón y arrugada como si de una ciruela pasa se tratara. El mellado de su boca completaba el esperpento de un personaje que en otros tiempos, había sido "el Galán", y dicho sea de paso, con una enorme aceptación entre todas las personas a las que brindaba sus servicios. Cuentan que Gualberto, hijo menor de una saga de quince hermanos de una familia acomodada, había sufrido unas fiebres muy altas que afectaron y nublaron parte de su comprensión, sin embargo poseía una capacidad enorme para "versar" y un gusto exquisito por el arte floral. Desde su mocedad y ha

ENTENEBRECER.

Luz que te encaminas tras la penumbra, que tras las rendijas imperceptibles nos vas invadiendo y  nos das el hálito de vida de cada amanecer, alumbra mis pasos, márcame con un filo hilo de oro una senda, un camino que me lleve hasta el Alba. Llévame allí, donde somos uno. Donde tu claridad no nos deja esconder tras el tul de la hipocresía. Convulsiona mi alma,  se inmisericorde. Desata todo lo inmundo que está agazapado. Esclarece rincones, que no queden rastros de sombras, tinieblas, dudas, temores. Deja clavadas teas en mi interior y que escupan fuego cuando se empiece a apoderar de mí la tiniebla de la falsedad. Y si entenebrece, arrasa con todo aquello que veas; y si quiera que por ello mi luz se extinga, llévame contigo para aprender a iluminar sendas y abrir caminos.

ADIÓS PRIMAVERA

Alocado, caradura, te llegó la primavera, como al Almendro, la Flor de Febrero. Como campo agreste, eres la alegría, una fuente. Tu primavera estrenas, Albahaca, tomillo, Hierbabuena. Más tanto jolgorio, es una quimera días contados al pobre le quedan. Adiós a los aromas, adiós primavera, Sosiego y calma. Descanse el guerrero. Quede en paz. Queda en un sueño. Sueño de Vermicelli, que ya no Russelillo, ahora eres, Farinelli.