Según recostaba la cabeza sobre su almohada, expelía un largo y profundo suspiro llegando a notar como las paredes pulmonares se posaban una sobre otra. "Mañana será otro día". Levantarse hacía tiempo que había comenzado a ser una tortura, pero en los últimos días, el estrés de cada mañana se multiplicaba a cada repiqueteo del teléfono. Hoy intentaría superarlo, vencer la angustia, apoderarse de su voluntad, ser libre. A la hora puntual, "Ring, Ring, Ring", sonó el móvil, suspiró, entró en pánico, pero pudo resistir la llamada. Se produjo el silencio. Todos los días, la misma llamada, la misma pregunta, y la misma respuesta. Esto no podía condicionar su vida. "Ring, Ring, Ring", segunda llamada, pero no pudo más, y casi con el último campaneo, descolgó la llamada, y entre lágrimas y un balbuceo de pucheros respondió, "no, no me he leído el libro, es más, ni lo he empezado". Al otro lado de la línea, un breve silencio, y enseguida una voz ate
Sin pretensión alguna... Una amiga me dijo que debía hacerlo, y si es amiga lo diría por algo.